Ficha de Yato

Nombre del User: Yatty

Serie: Noragami

Nombre original del personaje: Yato

Nombre del Personaje: Disnomia

Apodos o nombre humano: Yato / Yatogami.

Raza: Daimon

Rango: Ciudadano.

Familia a la cual pertenecen o sirven: -

Edad: Tiene siglos de existir, pero aparenta unos 17

Sexualidad: Heterosexual

Descripción psicológica: Yato podría parecer, a primera vista, como un completo idiota despreocupado por la vida e irresponsable... Y la verdad es que eso es exactamente lo que es.

Tiene unos aires de grandeza que lo llevan a soñar con el día en el que finalmente será considerado como un dios y será alabado por los humanos, y trabaja arduamente para cumplir ese sueño. Sin embargo, es muy crédulo con todo, por lo que a cada rato cae en estafas y engaños, y casi nadie logra tomárselo en serio.

Para ciertas cosas es como un niño pequeño; se emociona fácilmente con juegos y atracciones infantiles, hace bromas propias de un chiquillo de secundaria y puede mostrarse muy inmaduro la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, Yato sabe ponerse serio y demostrar el peso de su edad cuando la situación lo requiere. Puede llegar a ser una verdadera calamidad cuando se desata su furia, resultando ser muy frío y calculador. Él quiere dejar atrás esa faceta suya, pues siente que los humanos lo detestan por eso mismo, y es por ese motivo que ha decidido tener un cambio de actitud y volverse alguien más "amigable", para de ese modo ganarse un poco de aprecio.

Es muy apegado a quienes considera amigos suyos, y aunque sea un aprovechado de primera, siempre dará todo de si para ayudar a sus camaradas.

Descripción física: Yato no resalta especialmente por su físico, podría decirse que es como cualquier otro chico común que uno podría encontrarse por la calle, sin nada que resalte demasiado. Apenas mide 1,68, por lo que no es muy alto. Su piel es de color claro; su cabello tiene una tonalidad negra azulada, y sus ojos son de un intenso celeste.

Algo que lo caracteriza es el hecho de que siempre se le verá puesto con el mismo conjunto deportivo ordinario, un pañuelo rotoso atado al cuello y unas botas altas de vaquero.

Imagen:

Spoiler:

Posesiones: -

Habilidades:
-Al ser el Daimon del desorden y la mala ley, puede generar un ambiente de caos y desorden a donde quiera que va.
-Posee grandes habilidades de combate, comparables con las del dios de la guerra.

Debilidades:
-Al ser un Daimon, es vulnerable al poder de los dioses blancos.
-Su habilidad de generar caos y desorden a su alrededor muchas veces no puede manejarla a voluntad, por lo que es común que acabe desatando un ambiente alborotado sin intenciones de hacerlo.
-Se suele guardar todo para sí, nunca habla de su estado de ánimo cuando tiene un problema, ni tampoco si se encuentra mal físicamente, por lo que ni siquiera sus amigos pueden saber si él se encuentra en óptimas condiciones o necesita ayuda.

Historia: Al nacer como uno de los hijos de Eris, Disnomia siempre fue señalado y rechazado por el resto de las criaturas celestes. No sólo por el odio que las demás deidades le guardaban a su madre; sino porque los daimones no eran dioses. Ni siquiera estaban catalogados como divinidades menores, y por ende siempre fueron marcados como adefesios o seres inferiores.

Esto lo hizo volverse bastante frívolo y distante; al relacionarse únicamente con su familia, Disnomia jamás tuvo mayor interés por la vida de los humanos, a quienes veía como poco más que simples juguetes para pasar el rato.

A veces bajaba para fomentar algunas malas vibras y generar conflictos entre los pueblos; incluso fingía ser uno de ellos para sembrar más cizaña y acrecentar las brechas entre cada región. Después de un tiempo, logró hacerse de cierta fama y trabajar como mercenario. Los humanos pronto lo tomaron por un ser mucho más poderoso que un simple mortal, y prácticamente lo transformaron en un dios de la calamidad...

Disnomia mentiría si dijera que no se sentía contento y motivado ante ese trato... Eliminar a los enemigos de sus seguidores era un trabajo sucio, sí, pero por primera vez estaba siendo tratado como un dios... Algo que sólo habría imaginado en sueños.

Sin embargo, su estrecha visión del mundo y lo que significaba ser realmente un dios cambió en cuanto vio a las verdaderas divinidades en acción... Atenea era extremadamente fuerte y muy amada por los mortales. Ares era temido y respetado, incluso su madre imponía cierto respeto y temor entre los mortales... En cambio, a él sólo lo recordaban si querían deshacerse de alguien. Nadie nunca le agradecía con ofrendas ningún favor, ni tampoco formaba parte de ningún pensamiento recurrente en la cabeza de nadie más.

Un daimon era un daimon, y jamás podría llegar a ser tan importante como un dios.

Él quería reconocimiento, quería ser amado por los mortales, así que aprovechó el cambio de era que supuso el surgimiento del nuevo mundo para empezar de cero.

Abandonó su viejo nombre y comenzó a hacerse llamar "Yato", fingiendo ser un dios amigable para los mortales. No obstante, su nombre claramente no figuraba en ninguna parte, por lo que nadie lo tomaba en serio.

Ahora que se había propuesto ser algo así como un dios, las propias divinidades lo convirtieron en el hazmerreír del Olimpo; pero él hizo oídos sordos y siguió adelante, siempre con la meta en mente de juntar suficiente dinero como para crearse un templo. Y para ello debía ir juntando de a poco las ofrendas de los seguidores por medio de favores.

Actualmente se la ha pasado dejando carteles, correos y grafitis en todas partes con su número telefónico e información de contacto, buscando que lo contraten para cualquier tarea disponible. Se dedica a cumplir deseos, siempre y cuando estos no impliquen la muerte o perjuicio de alguien.

Curiosidades:
-Ha intentado reclutar las almas de los fallecidos para poder forjarlas como sus tesoros sagrados, pero todos terminan abandonándolo.
-Es pobre, y de no ser porque su madre le insiste para que vaya a dormir a la casa Sigma, dormiría en la calle.
-Siempre acaba gastándose sus ahorros en cualquier tontería que le venden.
-Trabaja por 5 centavos.

Veni, vidi, vici